-Matiz más, matiz menos, los equipos se parecen a sus entrenadores. Ergo, Estudiantes está pareciéndose a Zielinski, viceversa. Poco alarde, mucha conciencia de las limitaciones, copioso despliegue físico, aceptable renta en ataque, relativa mejoría en la defensa y la búsqueda del tesoro que siempre ha desvelado al Ruso: la regularidad.
-Téngase en cuenta que salvo Vélez –ganador de nueve sobre 12 y perdedor de 7-1 con Boca- todos en algún momento sufrieron baja de tensión, brumas de intención y cosecha magra. Y si no miren a Lanús, a Independiente, a Racing…
-Por ejemplo: River no ha podido ganarle a Arsenal, Racing perdió con eel Tombai en Avellaneda, San Lorenzo se comió cuatro con Central Córdoba en el Nuevo Gasómetro, sigan firmas.
-Esto es: uno de los principales valores de Estudiantes ha sido cortar más o menos rápido el tobogán (con Aldosivi, con las manos de Andújar y una manito de la Divina Providencia: Mauro Díaz hizo una jugada de crack del Brasileirao), refundar la confianza, apuntalar la zona media de la defensa y apostar a la consistencia de su austeridad y a la inconsistencia de sus rivales.
-En la circulación de la pelota ha mejorado bastante (sin ser “¡faaaa, parecemo el City o el Chelsi!”), levantaron Sánchez Miño y Tití, crece “La Fiera” Rogel y hasta el otoñal Cauteruccio luce más ágil y metido en el juego.
-Pensémoslo así: se venía de una Copa donde no era imposible ganar un partido (¡era imposible hacer un gol!) y ya constan 22 garbanzos en la olla con un equipo de marcadores de punta flojos (Godoy es menos que Facundo Sánchez y Pasquini está para pedir un autógrafo de Erquiaga), sin un 8 confiable (Castro es revoltoso como el Demonio de Tasmania y Angelito González trota en clave de zombi de Walking Dead), sin un conductor fiable tres cuartos de cancha calle arriba y sin un solo delantero de jerarquía. Ni uno.
-¿Cuartos de final? ¿Novenos en la tabla de los Promedios? ¿A medio punto de la Libertadores 2022 y por lo menos adentro de la Sudamericana? Vieja, alcanzame el bonete y la bolsa con papel picado.
-Dicho lo antedicho, no hay texto sin contexto. Estudiantes está donde está, entre otras singularidades con una rendidora pareja de centrales que venían de comer banco en la Segunda de Francia y en la Segunda de España. ¿Me captan?
-Sigo.
-El fútbol argentino vive una crisis de mediocridad sin precedentes en 90 años de profesionalismo.
-Carnaval organizativo, chapuzas, componendas y agachadas por doquier y como éramos pocos llegó la pandemia y cantamos bingo. Ya se habían deshecho de los hinchas visitantes y ahora, sin tirios y troyanos, se alimenta de los pack televisivos de living y la calidad del juego naufraga como el Titanic: con todas las luces encendidas.
-A lo menos, el 80 por ciento de los mejores jugadores argentinos está en el exterior y no necesariamente en las grandes ligas. Una buena oferta del Galatasaray, del Quingdao de China, del Cruz Azul, por qué no del Sporting Braga y les chiques salen disparados a Ezeiza con la valija a medio hacer.
-Bien mirada, la pomposa Copa de la Liga Profesional es una bijouterie que se consigue a precio módico en el Parque Rivadavia de la CABA o en el Parque Saavedra de mi ciudad natal.
–La pilla dirigencia llama “Primera Nacional” a una B reforzada y Superliga a una B Nacional con media docena que ostentan portación de billetera y vitrina y unos cuantos que andan siempre con lo puesto.
-Pero para que vean que no todas son pálidas, rescato tres valores: la intensidad con que se compite, el democrático “atrévase a soñar” y el cosquilleo que nos genera el mero rodar de la pelota y ni hablar si tras ella corren los de los colores baustismales. Tal vez porque el fútbol nos reconcilia con un no sé qué infantil y que como supo observar un Don, la patria es la infancia.
-En fin, queridos amigos del Facebuk: se me hace que persistimos en querer al fútbol argentino porque será lo que será pero es nuestro.
Lo queremos, pongamos, a pesar de los pesares y porque sí.
Como se quiere a un hermano dealer, a un amigo tarambana o a un tío chanta.
WALTER VARGAS