Para decirlo de una vez: Estudiantes jugó ayer uno de sus tres mejores partidos en la corriente Copa de la Liga Profesional.
Con un añadido positivo por beneficio de contexto: en la admirable remontada con River, además de cabeza fuerte dispuso de todos los planetas alineados. En el desarrollo del juego estuvo tres goles abajo, por momentos fue bailado y su figura cumbre fue Mariano Andújar. Y con Arsenal gozó del guiño de encontrar a un oponente en el tercer subsuelo, que ofreció ventajas de equipo universitario.
¿Sugiero acaso que Estudiantes fue una maravilla en Arroyito?
¿O que está en vías de devenir maravilloso?
Ni de lejos. Sólo pongo la lupa en la extrañeza que me genera la sesgada mirada de una parte del periodismo platense e incluso de muchos de los propios hinchas de Estudiantes, todos ellos víctimas del humano tic de encontrar en los hechos sólo lo que habían ido a buscar.
Dicho de otro manera, prejuicios, o ligereza, o despiste, o miopía, o
mala fe.
Como durante diez partidos, el Estudiantes de Zielinski se había revelado como un equipo limitado, previsible, rústico, muy permeable, se vieron nada más que limitaciones, previsibilidad, rusticidad y permeabilidad cuando en realidad de todo eso en Rosario hubo bastante menos. Ante un rival en alza, en su casa, con uno de los mejores mediocampistas ofensivos de la Copa (Vecchio) y buenos delanteros como Ruben y Gamba, Estudiantes se expresó mejorado en la concepción de su juego, en el manejo de la pelota, en la gestión defensiva y en el porte general. Salvo en los últimos cinco minutos de zozobra, cuando un par de veces se salvó de milagro (perdió en el juego aéreo, frente a un equipo fuerte en ese ítem, que también juega: jamás perder de vista que el rival también ejerce el derecho de jugar, de batallar, de atacar, de buscar y de encontrar), manejó con solvencia todas las facetas del juego.
Como durante diez partidos Pasquini había jugado francamente mal, Sánchez Miño no había podido ir más allá de su tibieza estructural y Tití Rodríguez había estado lejos de su mejor versión, resulta que se desconoce o relativiza que Pasquini jugó un partido aceptable, que Sánchez Miño compuso un muy buen tándem con Corcho Rodríguez (por lejos, el jugador de campo de mayor jerarquía en el plantel) y que Tití rozó el punto más alto de la jornada. Se comprometió, pidió la pelota, limpió y mejoró muchas jugadas, forzó amonestaciones y expulsiones. ¿Qué más pretenden? Es Tití Rodríguez: no el colorado De Bruyne.
Más aún: sabido es que Leandro Díaz no me agrada ni un poco, pero salvo por perjuicio de deshonestidad y necedad jamás diría que ayer jugó mal. Participó muy bien y se metió rápido en el partido como no pudo, por ejemplo, Panchito Apaolaza.
Noten otro elemento sugestivo: toda la era de Zielinski -al que considero un buen DT, conste, y no el Dios Bilardiano que pretenden algunos- fue recorrida, por colegas e hinchas más severos, incluido quien escribe estas líneas, por la crítica a la pavorosa escasez de frescura y precisión para llegar por abajo.
¡Estudiantes hizo un gol de jugadón, con participación de seis jugadores (Corcho, Tití, González, Sánchez Miño, Pasquini, centro-asistencia y toque a la red de Cauteruccio) y sin embargo parece que dio igual que si hubiera sido de penal!
Cristalizar la mirada es el peor veneno del pensamiento.
Siempre me ha sabido una reverenda estupidez batir el parche del “resultadismo” sin sustancia. “Si ganamos, quiere decir que habíamos jugado bien. Si perdimos, quiere decir que habíamos jugado mal”: un insulto a la inteligencia.
Estudiantes ganó porque mejoró de manera sensible en relación con los partidos con Aldosivi y Gimnasia, jugó aceptablemente y por momentos decididamente bien o por lo menos mejor que Central.
Su principal defecto residió en desaprovechar sus momentos de control más claro, de marea alta, con réplicas bien concebidas y mal ejecutadas (no sobra gol, categoría en el área rival, no hay novedad ahí) y permitir que Central soñara con el empate que estuvo a un tris de concretar.
Dos últimas: al hincha promedio de Estudiantes le cae mejor Noguera que Rogel, pero aunque Noguera es valioso y titular indiscutible, el mejor defensor de Estudiantes es Rogel. Salvo un rato contra Banfield (mayor responsabilidad en el primer gol que en el segundo), cumple y más todavía.
Rogel compensa lentitud con lectura y determinación, capitaliza su altura en las dos áreas, no se complica y además tiene un buen pase largo en el sobrepaso de líneas.
Ángel González. Un caso (al parecer) perdido. No lo motiva ni enchufa ni ganar el pozo acumulado del Loto. Es atérmico.
Va un abrazo de gol en Old Trafford.
Walter Vargas