En general, Estudiantes deja ver una noticia buena y una mala. (Según se mire).
La buena: es un equipo sumador.
La mala: es un equipo sumador.
Quien crea que tiene jerarquía para ir por el título, peca de optimista o delira.
En abstracto, un empate en la cancha de Banfield no estaba mal.
En concreto, cuando tuvo 80 minutos para ampliar la ventaja obtenida a través de una gran jugada colectiva, deja un feo sabor de boca haber sido superado de manera tan abierta y ostensible.
En el juego propiamente dicho, jamás, pero jamás, Estudiantes estuvo a la altura del posible triunfo.
El gol de Banfield fue la tormenta perfecta: despiste y foul evitable de Pasquinil (ya volveré a él), barrera mal armada, mímica del incalificable Leandro Díaz y despiste de Andújar, que antes y después fue el mejor, lejos. (De cerca, en el podio, Manu Castro, que no será un crack, pero mantiene una regularidad virtuosa).
¿Es una deshonra empatar con Banfield? No. Más allá de lo que diga la tabla, Estudiantes es inferior a Banfield, un equipo de identidad consolidada, que juega de memoria y en este campeonato en particular padece su falta de gol, precisamente una virtud que sí expresa el Pincha. Alta eficacia. Alto superávit en la relación juego, llegadas, contundencia.
Sellado y subrayado que el empate no es malo, sí cabe tomar nota de que Estudiantes tendrá muchos partidos como el de hoy. Escaso control de la situación y zozobra tupida en su área. Por lo menos así será con los mejores.
El negocio estará en acopiar muchos puntos con los pares y los inferiores. Hasta nuevo aviso.
Nombres propios:
Pasquini: ni Malbernat jugó tantos partidos seguidos de titular. Sin dudas un fetiche del Ruso, machacón con la presencia de este muchacho que anda como bola sin manija entre la flojedad defensiva y las proyecciones insípidas.
Ayovi: lo noto fuera de forma física.
Rogel: ¿estamos seguro, el Ruso está seguro, de que Rogel es inamovible?
Leandro Díaz: huelga el adjetivo.
Abrazo de gol de Old Trafford.
Walter Vargas