En enero de 2021 el Ruso Zielinski asumió en tierra arrasada. El ciclo del Chavo Desábato fue doblemente triste. Por lo mal que jugó el equipo, por los resultados paupérrimos y por el enorme afecto que había sabido ganarse en sus tiempos de jugador. La tormenta perfecta.
Puesto en el rol del bombero, el Ruso cumplió con creces: un 55 por ciento de los puntos con un equipo de techo bajo pero de piso alto: ninguno lo pasó por arriba.
Visto a la distancia, la cosecha fue bastante más fecunda de lo imaginado. Aun cuando el equipo tuvo una elaboración -10 y algunos nombres propios que en otros tiempos, y no necesariamente de los más venturosos, hubieran sido suplentes de suplentes.
De modo que mañana comienza la segunda etapa del Ruso, la que debería de ser la de la afirmación. Maneja el plantel hace siete meses y dispone del segundo mercado de pases con voz y voto.
¿Qué significa “afirmación”? Tender al crecimiento del equipo en sí y sostener una regularidad virtuosa en la suma de puntos. En un campeonato largo, de todos contra todos, cada quien suele cosechar lo que ha sabido sembrar. En ese contexto, terminar entre los ocho primeros sería muy positivo y entrar a la Copa Sudamericana, excelente. Todo lo demás: una dichosa yapa.
Con la austeridad del mercado de pases, no tengo objeciones. El peso argentino es de cartón y no hay margen para aspirar a otra cosa que no sean segundas, terceras o cuartas marcas. Las mayores metidas de pata son de arrastre. Huelga abundar al respecto. (Para muestra un botón: “¿Tarragona o Leandro Díaz?”, le habían preguntado al Chavo. Leandro Díaz). “¿Te interesa Maxi Gómez?”, supieron preguntar a los popes que manejan ingresos y egresos. “Es gordo”, sentenciaron. Maxi Gómez: goleador de Celta y Valencia. En fin.
Ramírez (lesionado) y Del Prete son verdaderas incógnitas. Están los videos de YouTube, claro, pero en los videos de YouTube hasta yo a los 62 luciría como un buen delantero.
El Vasco Aguirregaray, bienvenido. Ojalá que la aceptación en principio sentimental pueda traducirse en un buen rendimiento.
De los que se fueron, me siento a salvo de nostalgia. Contratos caros de tipos que jugaron mal, muy mal o peor.
Si me preguntaran ahora mismo, en materia de nombres pondría más fichas al rodaje de los más pibes. Zielinski no se ha caracterizado por arriesgar demasiado con el piberío, pero tampoco es necio. Apuesto a la consolidación de un pichón de crack como David Ayala, a la gradual inserción de los pibitos Palavecino y Zapiola, a nuevos minutos para Obregón y Romero, etcétera.
Luego, para los paparulos que me han agredido por acá o que no me agredieron pero se les notaban las ganas, los que pretenden darme lecciones de hincha de Estudiantes (me río de Janeiro), les digo al pan pan:
No soy del club de admiradores del Ruso, pero tampoco su detractor. Su crecimiento en el Pincha será valorado y agradecido, porque representará la satisfacción de alguien que lleva sangre albirroja desde el mismísimo vientre de su madre: 1958.
¡Salud por la sagrada Pinchedad!
Un abrazo -de gol de Old Trafford- que sepa abrazarlos.
Walter Vargas