Para ser honesto, vi con plena libertad y condiciones para la lupa minuciosa, solo el primer tiempo: un Estudiantes que corrió mucho (y mal), con una mímica de traslado prolijo y una notoria pobreza en la cercanía de las áreas, que es donde se cuecen las habas del fóbal.
Rumbeando para el arco de allá, las persianas se caían de forma estrepitosa, la luz se cortaba y apenas si quedaba el abnegado yorugua Castro, que valioso y atropellado como es, se llevaba todo por delante y no encontraba ni el cajón de las velas.
Y cuando Defensa rumbeaba para el arco de acá, le bastaba con superar la línea de un doble 5 que más que un doble 5 parece una yunta de tipos que no se pueden ni ver, pero el jefe los obliga a compartir la oficina y entonces cuando suena el teléfono los dos se hacen los boludos.
Superados el Corcho que no tapa y el Zucuril que no endulza, Defensa se inclinaba a a hacer lo que lleva haciendo desde la Revolución de Mayo, sea quien fuere su DT: triangulaciones orilleras y llegada franca de dos o por tres por el medio del área.
El segundo tiempo se jugó mientras tenía que comentar un partido de la liga femenina de México, de modo que mientras analizaba lo que hacían las señoritas aztecas, pispeaba la laptop II para desayunarme con lo que pasaba en Uno. Y no me van a creer, pero cada vez que echaba una mirada fugaz veía a uno de camiseta albirroja pegándole arriba. Un festival de cañitas voladoras que caían en el área del ex Halcón de Varela.
Y nada más diré. Primero porque esa película -la de anoche- la dieron hasta en el viejo Belgrano de La Plata, cuando por un billetito colorado veías tres westerns del tano Giuliano Gemma con intermedios confitados.
Después, porque de la piedra filosofal, los credos y los modos del señor Zielinski ya he sabido opinar suficiente y más todavía en las horas venturosas: opiné por lo dicho y por lo no dicho susceptible de ser inferido.
Y, por último, porque no quiero que me acusen de hacer leña del árbol caído y encima como si el árbol lo hubiera talado yo.
Leí que el hombre fue a la conferencia de prensa en plan bulldog furioso. Y hasta que abandonó su verba insulsa para despacharse con una guarangada.
En fin. Nada que ver con nada, pero me llegan emanaciones de una canción de Sabina. “Hola y adiós. Y el portazo sonó como un signo de interrogación”.
Que tengan un martes a la medida de sus deseos.
Va un abrazo que tal vez sepa abrazarlos.
Walter Vargas