El martes Estudiantes afrontará un partido clave para sus aspiraciones de avanzar a los octavos de final de la Copa Libertadores.
Un partido a priori igual de difícil que de ganable.
¿Qué es Bragantino?
Básicamente, el próspero fruto de los capitales austríacos de Red Bull.
Es decir: un equipo históricamente chico, una especie de hermano pobre de los grandes de Sao Pablo, que volvió a Primera en 2019 y en 2021 llegó a la final de la Copa Sudamericana que perdió por 1-0 con Atlético Paranaense.
El club está abiertamente planteado como una empresa, su director deportivo, Thiago Scuro, es un fervoroso partidario de un fútbol profesional atado a las sociedades anónimas.
Tiene un entrenador joven, como Mauricio Barbieri, que propone un juego dinámico, rápido, a veces físico, de transiciones expeditivas que suelen pasar por dos medio centros juveniles, de buena técnica, como Jadsom y Eric Ramires, cuyo Talón de Aquiles reside en ciertos despistes de reacomodamiento cuando los rivales les dan de su propia medicina: economía de toques y pelotas cruzadas hacia el fondo.
El martes no jugará su mejor lateral, el de ida y vuelta, Aderlan, por haber sido expulsado con Vélez.
Pero sí estará su goleador, Ytalo, un veterano de 34 años y una docena de camisetas en su carrera, que no hace nada especialmente bien ni nada especialmente mal. Eso sí: vive pendiente de los errores de los centrales y sabe aprovecharlos. Lo que se dice un delantero peligroso.
El arquero, Cleiton, es de los que simplifica las difíciles y complica las fáciles.
Los centrales, altos los dos, van bien arriba, pero no gozan de un buen anticipo en tiros de esquina y tiros libres. Ahí hay una veta para ser aprovechada. El más joven y de mayor talla es Natan, pero también el más proclive a desconcentrarse. El otro, Leo Ortiz, es más cumplidor. De hecho, en 2021 se convirtió en el primer jugador de Bragantino en jugar en la Selección de Brasil.
Abrazos.
Walter Vargas